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jueves, 21 de diciembre de 2006

Método para enfriar rápidamente

Tomado de ésta página.

Acabas de llegar del “ponga aquí el nombre de su supermercado favorito” y te apetece tomarte una lata de refresco (véase Cerveza) bien fresquita… pero acabas de comprarlas y están más calientes que una novia. ¿Dónde y cómo las enfriamos?

Nuestro primer recurso es el lugar más frío de la casa, el congelador. Así en aproximadamente media hora estará lista para tomar… aunque, como diría Homer: “oooohh… pero yo la quiero ahora!!” ¿Podemos hacer algo? ¿Hay alguna forma de acelerar el proceso? ¿Podemos engañar a la Madre Naturaleza para que trabaje para nosotros? SÍ, PODEMOS.

Si metemos la lata en el congelador tardaríamos entre 20 y 30 minutos, observa si en lugar de meterla sola, la acompañamos de lo siguiente:

Dentro de un recipiente con agua y hielo: 3 - 5 minutos.

Si pones sal en el agua: 2 minutos.

Hice la prueba ayer en la nevera (no tenía espacio en el congelador… se acercan esas fechas en las que todos comemos como si fuésemos ricos): Tazón con agua, sal y dos cubitos de hielo… 5 minutillos… la lata pasó de temperatura ambiente (18º C) a tener hielo flotando.

Esta técnica (la del hielo, el agua y la sal) se suele usar en los hoteles para enfriar y mantener frío el champán (me lo contó El Vitri).

Explicación:
La mezcla baja rápidamente de temperatura sin llegar a congelarse gracias a la sal. Ésta, para disolverse, necesita energía y tendrá que tomarla absorbiendo el “calor” del agua. A la vez, el hielo se derretirá puesto que el contacto con la sal disminuye su temperatura de solidificación… y para perder la estructura sólida también necesita energía por lo que también la tomará del agua enfriándola aún más. Por supuesto, el contacto con el exterior “dificulta” nuestro objetivo… (el aire caliente aporta energía)… pero en una nevera el proceso no tendrá freno. De modo que podéis considerar al congelador como un SuperBoost.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Brick


Me decía alguien el otro día que "Brick" le había recordado a "El Halcón Maltés". Sin duda el adolescente Brendan bebe mucho de Sam Spade en este magnífico "polar" ( policiaco parece ser una palabra demasiado larga para ser utilizada en este siglo, y "thriller" es un palabro feísimo) y el final es clavado. De hecho, "Brick" es una película de esas que van recordándote otras durante todo el pase. Podría decir también que Rian Johnson no sólo bebe de Huston; David Linch también está presente, en una versión más austera y discreta. Como la palabra "pastiche" suena despectiva y ésta es una película excelente, diré que me ha parecido una "película aglutinante", un contínuo homenaje a la historia del cine policiaco, realizado de forma magistral.
Otro punto a favor es el "dépaysement" (el problema de saber idiomas es que uno siempre encuentra la palabra justa en la lengua equivocada) el traslado de una historia arquetípica a un escenario extraño. Me parece un recurso sencillo y eficaz, sobre todo si está bien encajado y no se cae, como tantas veces, en el paralelismo torpe, en la parodia involuntaria.
¿He dicho austera? ¿He nombrado a Linch? Menos mal que sigue habiendo gente que demuestra que se pueden hacer grandes cosas con pequeños presupuestos. Apliquémonos el cuento.

jueves, 7 de diciembre de 2006

Máscaras

El ser humano siempre ha querido ser alguien distinto al que era (o al que creía ser). Por eso las máscaras son tan antiguas. Ahora las creemos en desuso, pero no es cierto. Allí siguen, salvo que en vez de taparnos el rostro actúan en lo más profundo. Existen las máscaras químicas, como el alcohol y otras drogas, que actúan sobre nuestro comportamiento inmediato; no nos convierten en otra persona, sino que con ellas actuamos como si lo fuéramos. Existen las máscaras sociales, más largas de construir pero mucho más sólidas; creemos que somos nosotros los que las vestimos y en realidad son los demás los que nos obligan a llevarlas. Existen otras máscaras más profundas, que construimos inconscientemente, y en las que nos vamos encerrando hasta que creemos que ese es nuestro verdadero rostro. Esas son las más difíciles de quitar, pues la mayoría de las veces no sabemos que las llevamos.

Se me ocurre que sería bueno que de vez en cuando vistiéramos una máscara, una buena y vieja máscara de las de antaño: veneciana, africana, de teatro griego o japonés, caricaturesca o elegante. Y saliésemos a la calle siendo otra persona, sin necesidad de alcohol, drogas o convenciones sociales. Así quizás nos libraríamos de la máscara del desorden psicológico.

sábado, 2 de diciembre de 2006

Bond, el borde de Bond


Una escena de "Casino Royale":

BOND: Un dry martini, por favor.
CAMARERO: ¿Removido o agitado?
BOND: ¿Tengo cara de que me importe?

martes, 7 de noviembre de 2006

De como las rubias pueden parecerse a las morenas



CHARLOTTE: Me siento estancada... ¿Cambia a mejor?
BOB: No... Sí. Se hace más fácil.
CHARLOTTE: ¿Sí? Mírate tú.
BOB: Gracias. Cuanto más sabes lo que eres y lo que quieres, menos te incomodan las cosas.
CHARLOTTE: Yo no sé lo que quiero ser. He intentado escribir y odio lo que escribo. He intentado la fotografía y he sido una mediocre. Todas las chicas pasan esa etapa de fotógrafas ¿sabes? Como los caballos. Haciendo fotos estúpidas de los pies.

jueves, 2 de noviembre de 2006



Lo confieso, sólo me gusta el negro. Detesto especialmente el rojo, por su sabor como por la ausencia de teina, pero el verde, con todo lo bueno que dicen ahora que es (a saber qué intereses económicos se esconden tras estas nuevas propiedades) tampoco es de mi agrado.

La única excepción es el té moruno. Me gusta, pero no sé hacerlo.

viernes, 25 de agosto de 2006

Ah, cet Sean !


Zampándome el primer racimo de uvas moscatel (gracias, extraña climatología) leo el blog de Borja Hermoso sobre Connery, Sean Connery. Le doy la razón en todo. Y, además, tengo que ver otra vez "El hombre que pudo reinar" que, como termina mal, me dejó mal sabor de boca.

domingo, 20 de agosto de 2006

El futuro según Victor Hugo

El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.

Rectificación

Involuntariamente, Mary Strange me conciencia de que ayer fui demasiado duro con los de El canto del loco. Donde dice:
...ya hay alguien capaz de copiar a los Beatles.

debería haber dicho:
...ya hay alguien con la calidad musical suficiente como para emular a los Beatles.

Porque en un país donde triunfa gente que no debería pasar de cantar éxitos de Jorgi Dan (o como se escriba) en verbenas de barrio, el hacer algo original, aunque sea con cuarenta años de retraso, es toda una hazaña.
(Lo que no quita legitimidad a que uno se lo pase bien en una verbena de barrio escuchando a esa gente.)

sábado, 19 de agosto de 2006

Limpieza general


Hoy tocaba limpiar el baño y la cocina, eso quiere decir que me ha dado tiempo a escuchar los últimos discos de El canto del loco y de los Yeah Yeah Yeahs. Por ese orden, si no, imposible. Esa sesión de tarea doméstica musicada me ha confirmado en una teoría que me anda rondando desde hace algún tiempo: España lleva cuarenta años de retraso musical con respecto a Gran Bretaña y los EE UU, lo cual es una buena noticia, porque ya hay alguien capaz de copiar a los Beatles.

No debería mezclarlo con mi reflexión anterior, pero ahí va: por fin, y gracias a un tal Dinamitrooon (o algo parecido) he podido escuchar el famoso tema "Las infantas bailan rock" de los "Maruja y los Filoestuches" ¡No está tan mal, tío, como para que andes poniendo la excusa de que lo has perdido! ¡Hubiéseis podido pasar a la historia de la Movida!

Humm... creo que mi cuarto empieza a almacenar una cantidad inaceptable de polvo. Voy a por el plumero.

martes, 15 de agosto de 2006

Une vague de plus

De Godard, sólo puedo decir que me han gustado dos películas (habré visto cuatro o cinco): La Chinoise y Je vous salue, Marie de la que ya he realizado algún banal comentario en este blog.
Alphaville me pilló en mal momento.
Louis Malle y Eric Rohmer se me antojan extremadamente irregulares. De Rohmer puedo decir que prefiero no ver dos veces una de sus películas, a la segunda siempre termino preguntándome porqué me gustó la primera vez (será que sólo aprecio su capacidad para sorprenderme).
Alain Reisnais ha hecho, para mí, el camino inverso a Godard: de tostón ha pasado a ser un tío interesante, al menos en sus dos últimas películas, On connaît la chanson y Pas dans la bouche.
Y del resto, Claude Chabrol y compañía... no se me ocurre nada.

lunes, 14 de agosto de 2006

De Godard y el tostón francés


Leo en un paréntesis del blog de cine de Borja Hermoso en El Mundo esta vitriólica frase dedicada a Jean-Luc Godard:

...director, por cierto, que fue un clásico en vida y que hoy es un tostón en vida


y, como siempre, se me va la olla y me pongo a pensar que si todos los directores de la Nouvelle Vague se han convertido al cabo de los años en unos tostones, y que, al fin y al cabo, fue una suerte que François Truffaut se muriese antes de convertirse en un tostón (afirmación discutible que no debo dejar de discutirme un día de estos).

...y sigo divagando y se me ocurre que Francia entera se ha convertido en un tostón (de diez años para acá). Y que lo que les pasa a los franceses es que se han quedado allí, en la Nouvelle Vague, en una generación octogenaria, que se niega a evolucionar. Y que el deseo oculto de los franceses es que resuciten Brel, Brassens y Gainsbourg, y que Françoise Hardy vuelva a tener diecinueve años y vista de Paco Rabanne.

No, me estoy engañando, el que quiere que Francia vuelva a ser así soy yo. Los franceses, simplemente, ya no saben lo que quieren ¿y qué país lo sabe?

jueves, 25 de mayo de 2006

Bajo un vencedor siempre hay un vencido

Cuando pienso en un ejército derrotado, siempre pienso en aquellas estaciones de tren en Alemania, llenas de mujeres con carteles de sus maridos e hijos desaparecidos.

Cuando me siento derrotado, realmente derrotado, me imagino a mi madre en la estación del Norte con un cartel con mi nombre, aunque ahora a la estación del Norte ya no lleguen trenes.

Estoy viendo, a tragos cortos, Shoah, y tengo la desagradable impresión de que nadie pagó -lo suficiente- por aquel crimen.



Al final, los culpables nunca pagan. Ahí está la muerte, para liberarlos.

Uno de los grandes crímenes de la pena de muerte es el liberar culpables. El otro es matar inocentes.

martes, 23 de mayo de 2006

Encuesta sobre parecidos razonables

Jean-Pierre dice que, efectivamente, tengo la mirada de (el actor que interpretaba a) Sandokán. Con quien me siento más identificado (¿por lo de actor de fugaz éxito?) que con el que propone Mary:



No es que no me sienta alagado, es que no me siento identificado, ya lo he dicho. Bueno, está bien, lo de oficial confederado no me disgusta. La Confederación siempre me pareció simpática (y la esclavitud siempre me pareció una falsa excusa). Eso sí, no vi ni cinco minutos de "Norte y Sur", ni de "Ghost", pero, incomprensiblemente, no sólo vi "Dirty Dancing" sino que la recuerdo muy bien.

domingo, 21 de mayo de 2006

So long, Lucía

Abandono Beatriz y los cuerpos celestes en la página cincuenta, lo que significa que he soportado cuarenta y una páginas de una pastosa sensación de déjà lu.

La curiosidad me lleva a Mendoza:

Cuando sus piernas (bien torneadas y tal y cual) entraron en mi local de trabajo, yo ya llevaba varios años hecho un merluzo.


Buen comienzo.

Vocación familiar



Sólo me queda formular el deseo imposible de cualquier padre: que tenga siempre el viento a favor.

sábado, 20 de mayo de 2006

Diez libros

El otro día, en la fiesta del quinto aniversario de Booket (en la que pudimos comprobar que hay quien sabe ganar dinero vendiendo libros sin llorar constantemente) nos regalaron un paquete de 10 libros, que supuestamente habían sido elegido por los lectores como los diez fundamentales de tan inmensa colección. Hoy me he enfrentado a ellos por primera vez:

1984, de Orwell. Lo leí allá por 1985.

El perfume, de Süskind. Poco más tarde.

Los renglones torcidos de Dios, de Luca de Tena. Me da pereza.

El peregrino de Compostela, de Coelho. Lo he intentado, pero me ha pasado como con el resto de sus libros que he abierto, imposible pasar de la primera página.

El hobbit, de Tolkien. No pude tragarlo con dieciocho, ni me lo planteo a los 39,9.

Beatriz y los cuerpos celestes, de Etxebarría. He empezado a leerlo, no está mal, pero tiene un regusto a pasado de moda, a cosa vieja sin valor.

El hereje, de Delibes. Delibes siempre merece una oportunidad.

La aventura del tocador de señoras, de Mendoza. Casi lo mismo que Delibes.

Se quedan para la repesca El origen perdido, de Asensi y Donde el corazón te lleve, de Tamaro, por simple ignorancia.

Eso es todo, me voy a ver cómo se las arregla la Etxebarría. Curiosidad morbosa.

El tigre de Malasia



Por fin alguien me ha encontrado un parecido razonable, porque la verdad es que era algo envidiable lo de estos dos:




Sí, bueno, vosotros seréis grandes estrellas inmortales de la historia del séptimo arte. Pero yo soy lo que siempre quise ser (pero en otros mares).



"Sandokán es un príncipe de Borneo que ha jurado vengarse de los británicos, quienes lo desposeyeron de su trono y asesinaron a su familia. Por ello se dedica a la piratería, con el sobrenombre de Tigre de Malasia, para lo que cuenta con la fidelidad incondicional de una tripulación compuesta tanto de malayos como de dayakos de Borneo." (Wikipedia)

Temblad imperios del mundo, el Tigre ha vuelto.

viernes, 19 de mayo de 2006

Dos fotos atrás

Mary Strange me dijo ayer que le gustaba mucho mi foto como opositor.

Si ya me lo decía mi madre: estudiando estás más guapo.

miércoles, 17 de mayo de 2006

Mil novecientos setenta y tantos



Me encanta esta foto. Estamos en casa de mi abuela, seguramente un domingo. La casa de mi abuela era el refugio ideal, el lugar adonde de niño, quería llegar. Allí soñaba y me sentía protegido en mis sueños. Subir a ese tercero sin ascensor, balancearme en la mecedora del balcón repleto de geranios era la expresión de la felicidad. En todos mis sueños de felicidad hay una mecedora y huele a geranio.

En mi muñeca izquierda cuelga mi primer reloj, marca Orient, que, como era sumergible y automático, no me quité en muchos años, dormía y me bañaba con él, su, considerable, peso me daba seguridad, le venció el destrozo a golpes al que le sometí.

En esa foto el flequillo me sienta bien. Mi padre se empeñaba en peinarme hacia atrás, pero era invencible. No me libré de él hasta segundo de carrera.

Estado civil: ¿opositor?


Tras la euforia del día menos uno, la angustia del primer día, y la confusión de los siguientes. Me encuentro en la etapa de ¿seré capaz de memorizar esta sarta de banalidades tramposas?

Lo cierto es que mi capacidad de concentración aumenta poco a poco, pero demasiado lentamente. Me siento como un peón frente a una montaña en la que debe horadar un túnel. Los primeros golpes de pico parecen inútiles, y cunde el desánimo cuando la arena acumulada encima durante miles de años viene a colmar el trabajo hecho. Supongo que, cuando lleve unos metros, y me interne en la oscuridad absoluta, la sensación será distinta.

lunes, 20 de febrero de 2006

Yerba mate y otras cosas sueltas

Desde hace poco me he aficionado a la yerba mate. Los argentinos y uruguayos hablan maravillas. Magnesio en cantidades industriales, diurética, ayuda a adelgazar... me preocupa mucho el alto contenido en cafeina, pero no veo que sea tan excitante como el té o el café, sino más bien revitalizante (como decía la hormiga atómica). Además, como todo lo he tenido que aprender solo, no sé si lo cebo bien.

Se me ha ido el santo al cielo. Envidio a la gente que puede pasarse horas y horas haciendo el trabajo que le gusta (ya hablé de que se consideraba un modo de alcanzar la felicidad. Lo he experimentado muy pocas veces. La cabeza funciona a velocidad de crucero, las ideas fluyen, te acuestas excitado y te cuesta dormirte, pero no experimentas la ansiedad del insomnio, sino que el sueño va creciendo a medida que los pensamientos disminuyen su ritmo, y te levantas descansado.

Avanzo lentamente, pero avanzo. No deja de preocuparme el hecho de que pueda pararme en seco, pues avanzar es una sensación extraña a mí, acompañada de una alegría serena y de un punto de preocupación, pues todavía no sé adónde voy, ni hacia dónde quiero ir.

domingo, 19 de febrero de 2006

Van Gogh

Decía: "si escuchas una voz que te dice, no puedes pintar, pinta, y la voz se callará".

Y aunque como pintor es para mí uno de los mejores, no le dejo de reprochar el haber hecho de su vida un callejón sin salida.

domingo, 5 de febrero de 2006

miércoles, 1 de febrero de 2006

Yo te saludo, María

Es una película que llevaba décadas intentando volver a ver. Había desaparecido completamente, hasta de las mediatecas francesas, vete tú a saber porqué.

Ayer pude por fin volver a verla. No me decepcionó.

La película había sido condenada por la iglesia católica y los payasos de Cristo Rey se habían apostado a las puertas del cine para canear cinéfilos intransigentes.

Había visto poco de Godard, y esperaba ver algo muy transgresor, muy irreverente. Y lo que vi, y volví a ver ayer, fue un precioso poema sobre la Creación, el Alma y el Cuerpo.

Pocas veces he visto una defensa de la existencia de Dios tan bien argumentada. Me dieron mucha pena los jerifaltes onanistas del Vaticano, más dispuestos a perdonar la pedofilia que practican algunos de los suyos que el hecho de que en una película salga la Virgen María en pelotas.

En fin, que os la recomiendo.

domingo, 29 de enero de 2006

Caminos

Recuerdo un camino de tierra. Yo debía tener cuatro años y era verano, así que estábamos en Cullera. Di unos cuantos pasos. Nada, más camino de tierra. No era uno de esos niños que echan a andar sin mirar atrás, nunca pasé de dar una decena de pasos. Pero mi imaginación se ponía en marcha nada más situarme frente a ese camino. A mí se me antojaba que llevaba hacia cosas maravillosas, mundos fantásticos y aventuras fascinantes.

Siempre me gustaron los senderos abruptos, siempre me sugirieron mundos imaginarios. Y el sendero más abrupto de todos era el mar, el mar de Stevenson y de Verne.

A los diez años quería ser corsario. Pirata honrado, que diría el poeta suicida. Lobito bueno al rescate de brujas hermosas. En fin, que quería ser pirata, decía. Tenía un enorme pistolón con una cabeza de leon en la empuñadura, y con él soñaba abordajes, tormentas y, poco después, hermosas damiselas enamoradas. Años después, Georges Lucas acabó con mi sueño-pesadilla (me angustiaba mucho el vivir con dos o tres siglos de retraso) y abrió ante mí una senda aún más abrupta, la del espacio. Durante años mi única manera de conciliar el sueño era pensar que me rodeaban millones de estrellas, y que estaba perdido entre ellas.

¿Qué quería ser yo a los dieciséis años? Pues sí, ahora lo recuerdo, quería hacer bellas artes ¿cómo lo había olvidado? La única manera que tuve siempre de hacer mis sueños realidad era plasmarlos en el papel, en forma de dibujo. ¿Por qué no escribir? No, nunca lo consideré el medio apropiado. Puedo escribir historias que invento, pero mis sueños, debo dibujarlos.

jueves, 26 de enero de 2006

Décimo día. Sinusitis confirmada

Sinusitis. Ya había oído hablar de ella, pero nunca la había sufrido. ¿Cómo se puede pasar el día, y la noche, pensando que te duele la cabeza? Parece ser que está remitiendo, pero persiste una perturbación en mi sentido del equilibrio, como si a mi cerebro le doliese mirar hacia abajo. En cambio, no pasa mirando hacia arriba. Curioso.

Lo siento, más de lo mismo. Dos pastillas y a la cama.

miércoles, 25 de enero de 2006

Noveno día

Más de lo mismo. Congestión, dolor de cabeza que se extiende hasta la encía superior.

Hoy debería haber empezado la traducción del libro y ni siquiera tenía ganas de llamar a la editora y saber qué plazo me daba.

En lo positivo, parece que empieza a funcionar la videoconferencia con la familia de Catherine. Théo se ha puesto muy contento de ver a su abuela en la pantalla.

Me acuesto.

martes, 24 de enero de 2006

Octavo día

Théo me (nos) ha pegado una bronquitis. La congestión me ha producido una cefalea de campeonato. Así que aquí lo dejo hasta mañana, porque voy a acostarme a esta temprana hora. Espero estar mejor mañana, que tengo que empezar la traducción de una novelita que acaban de encargarme.

lunes, 23 de enero de 2006

séptimo día

¿Cómo se cura la dispersión? ¿Cómo decide uno lo que de verdad quiere hacer entre el amplio abanico de posibilidades atractivas? Y eso sin contar con las múltiples imposiciones. El hecho de escribir este blog me produce una sensación tan agradable como la de la hora de comer. Es una obligación agradable. ¿Cómo convierte uno el resto de su vida en un conjunto de autoimposiciones agradables? ¿Planificando un horario? ¿Haciéndose una lista y tachando lo ya realizado? Reconozco que eso es agradable, aunque entonces, el hecho de realizar la lista debería ser también una autoimposición. ¿Para eso sirven entonces las agendas? Todos los años me hago con una (la de éste me costó 1,15 € y sigue prácticamente virgen.

Debería plantearme como costumbre el poner en práctica las cosas que se me ocurren, inmediatamente. Hoy por ejemplo, se me ha ocurrido un chiste gráfico a propósito de la polémica del general Mena y el estatut de cataluña. Una caja de fruta en la que se leyese: "Bananas Mena. Prohibido separar los racimos".

Ya está, reconozco una mejoría en mi actitud. He utilizado la misma técnica que para este blog. No he corregido nada (y se nota). He preferido hacerlo rápidamente que dejar de hacerlo. Quizás mi lema debería ser: "hazlo, aunque sea mal, luego ya tendrás tiempo de introducir mejoras". Los bocetos son muy importantes en arte.

Tictac tictac. Creo que lo voy a dejar aquí. Voy a hacerme una lista de las cosas que tengo que hacer hoy. Lo haré en mi flamante agenda.

domingo, 22 de enero de 2006

Sexto día

He tenido que encerrarme en mi cuarto y pedirle a Catherine que me dejase escribir un cuarto de hora. Antes no me atrevía a hacerlo porque me sentía culpable: en realidad no conseguía hacer nada de lo que me proponía.

Ayer hablé con Fernando (o antes de ayer). Tiene alguna idea para crear una editorial, y me ha gustado mucho. Hasta ahora, mi fe en el destino se limitaba a hechos puntuales, a corto plazo, nada que afectase de verdad al curso de la vida. Pero el paralelismo relativo que "sufrimos" Fernando y yo desde que nos conocemos nos ha llevado al convencimiento de que el destino nos une para hacer algo juntos. Su idea es realmente buena, y creo que yo podría aportar mucho a esa empresa (por razones que conocemos perfectamente Fernando y yo, creo que será mejor evitar en todo momento la palabra "proyecto"). Tengo otro convencimiento a este respecto: su éxito dependerá exclusivamente del grado de confianza que ambos pongamos en él, tenemos qeu creer con fuerza en esa empresa, saber que va a ser un éxito. Los dos hemos sufrido en nuestras carnes la mediocridad de otros, estos sí, proyectos. En esa empresa no debe haber sitio para los complejos.

Me gusta esta imposición (autoimposición inducida, para no quitar mérito a Jose) del blog. Me gusta la sensación de estar realmente concentrado en algo que me gusta, como escribía el otro día sobre el programa de la felicidad. Debo extenderla inmediatamente a otras actividades, o a otros escritos.

Bueno, no voy a abusar más de la confianza de Catherine, me voy a ayudarla con Théo. De todos modos, tampoco esa es una tarea desagradable.

sábado, 21 de enero de 2006

Quinto día. De medidas y personas

Hoy es sábado, generalmente el fin de semana me afecta mucho en mis tareas cotidianas pero ¿mi compromiso para escribir todos los días hace semana inglesa? En un mundo feliz (en un mundo en el que yo sería feliz) no habría días de la semana, meses, años ni, sobre todo, cambios horarios (me había prometido no releer, pero me han interrumpido y no he podido resistir la tentación de cambiar un "y" por un "ni"). Decía pues, que en mi mundo feliz todo se desarrollaría al ritmo de las estaciones, de esos dos entes fascinantes que son el sol y la luna. Esto parece una contradicción, pues son el sol y la luna los que marcan las semanas y las estaciones, pero lo que más me molesta es la imposición social, la unificación, la "normalización", el tener todos la misma hora, las mismas costumbres, el mismo tipo de ventanas.

Algo que detesto especialmente es el sistema métrico decimal, en contradicción con el resto de los que me rodean. Me parece absurdo y poco práctico, el utilizarlo te obliga a tener a mano siempre instrumentos de medida. Un centímetro no es una medida natural, nunca he sabido medir aproximadamente un centrímetro, ni mucho menos siete u ocho. Lo mismo me pasa con los kilos y con los litros. Por el contrario, considero mucho más práctico, por antropométrico, el sistema que han conservado los anglosajones. Una pulgada es más o menos lo que mide un pulgar, una libra se puede pesar con una mano... Eso sin hablar de un sistema basado en el número diez, terriblemente limitado al ser únicamente divisible por 2 y por 5, cuando lo más útil hubiera sido utilizar un sistema duodecimal, pues el doce puede dividirse por 2, por 3, por 4 y por 6.

Un ejemplo sangrante es el del A4, tamaño de papel basado en el metro cuadrado. Para alguien como yo dedicado a la edición y al diseño, es una proporción fea, alargada y carente de equilibrio. Muy alejada del rectángulo áureo, descubierto por los griegos.

Tenía un profesor que llevaba en su reloj la hora solar. A pesar de lo dicho anteriormente, me fascinan los instrumentos de medida, especialmente el reloj (que utiliza el sistema duodecimal), pero con el triunfo de la informática se están también deshumanizando (otro día escribiré en contra del sistema binario).

viernes, 20 de enero de 2006

Cuarto día

Hoy podría haber sido un día negro, negrísimo, de los de meterse en la cama y no salir en una semana, pero al final ha salido el sol y se ha quedado una mañana preciosa.

jueves, 19 de enero de 2006

Tercer día

Sí, bueno, "Tercer día", pero es que si me pongo a buscar un título original no empiezo nunca.

Es curioso, cuando no puedo hacerlo, se me ocurren un montón de cosas que escribir en este blog, y en cuanto aparece la ventana de entrada mi mente se queda en blanco.

Por ejemplo, había pensado en hacer una lista de cosas que tengo que hacer, algo del estilo:

1. Buscar trabajo.
2. Buscar un trabajo que me guste.
3. Buscar un trabajo que me haga feliz.
4. Hacer la compra, limpiar la casa, pensar qué voy a comer hoy que no sea espaguetis con atún.

Estos cuatro deberes se agrupan en dos: dedicarme a algo que me haga feliz y con lo que pueda contribuir a mantener a mi familia.

Hace tiempo vi un fragmento (siempre sentí no haberlo podido ver entero) de un programa de la televisión francesa dedicado al estudio de la felicidad. Habían descubierto un grupo de circunstancias que podrían definirse como "hacedoras de felicidad". La única que recuerdo, la que más me impresionó, era la de dedicar muchas horas a una tarea que te gustara. Ponía como ejemplo a un joven estudiante de escultura que dedicaba diez horas diarias a esculpir. Aquello se me quedó tan grabado que ni siquiera haciendo un gran esfuerzo podría conseguir recordar las otras circunstancias.

miércoles, 18 de enero de 2006

Segundo día

Me obligo a escribir a pesar de no ser el mejor momento. En media hora tengo que ir a buscar a Théo a la guardería. Si tengo media hora... ¿por qué no es el mejor momento? Porque me agobia, desde siempre, tener el tiempo limitado.

Tictac, tictac. Me cruzo de brazos frente al ordenador. También tengo que escribir a María, en respuesta a su mensaje. Las frases surgen en mi cerebro, pero ni siquiera tengo abierta la ventana de su correo.

Venga, la escribo ya.

martes, 17 de enero de 2006

De nuevo en marcha

Me he comprometido con Jose a escribir un poco cada día en este blog. La promesa, mi compromiso, es hacerlo sin releerlo para corregirlo. Allá vamos.
Se me ocurre empezar por justificar el nombre que le he puesto a este blog: La noche del desierto. Supongo que es una metáfora de lo que pienso que es mi vida: una fría noche en medio de la nada.
Hoy Jose (¿o José?) se ha dado cuenta de algo que yo ignoraba: me es imposible exteriorizar mis emociones. Hasta hoy, no sólo era inconsciente de ello, sino que, hasta donde llegaba mi conciencia, me parecía positivo. Es lógico, vivimos en una sociedad fuertemente influida por lo anglosajón. Admiramos el carácter indolente del "gentleman" inglés, la frialdad con la que James Bond ve morir a sus amantes.
¿Cuándo fue la última vez que dije "ay"? Recuerdo la última vez que lloré, mi padre estaba agonizando, y recuerdo que esas lágrimas me sentaron bien pero... ¿cuándo fue la última vez que demostré amargura, sorpresa, amor? Tengo en la memoria el haberme rebanado un dedo con una lata de atún y no haber soltado un simple ay, si acaso una mueca de fastidio por la molestia de tener que parar la hemorragia.
Y sin embargo, ahí está el dolor. Siempre he sido más sensible al de los demás que al mío propio, extremadamente sensible. No me cuesta nada en absoluto ponerme en la piel de los demás cuando sufren, lo que me inhabilita para la crueldad.
Puedo recordar perfectamente ocasiones en las que he hecho daño a los demás, y su dolor me sigue produciendo un pinchazo en la boca del estómago.
Sí, es mi estómago el que centraliza todas mis emociones. El desamor es un nudo terrible en el estómago; la vergüenza, la rabia, el fracaso... allí se hace físico.