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lunes, 30 de julio de 2012

Götland


Los niños se han dormido. Circulo por esta carretera estrecha procurando no rebasar el límite de velocidad. E. hace fotos de este atardecer sueco mientras tarareamos viejas canciones en inglés.
Regularmente, las señales de limitación a una velocidad más baja y un cartel indicador prometen una población que no acaba de llegar, que se queda en una iglesia y en dos o tres casas grandes, dispersas, sin rastro de lo que en el sur de Europa entendemos por pueblo.
La primera palabra sueca que sentí curiosidad de aprender fue “soledad”. Ensamhet. Es la sensación más poderosa que te inunda estando aquí. Los suecos están solos y disfrutan con ello. Son amables, pero no sociables. Si preguntas te contestan, pero no buscan conversación.
Llegamos al ferry que nos traslada a Fårö. Es la única ocasión en la que se acumulan una decena de coches en todo el trayecto.
Una mujer accede a pie al transbordador. Va descalza, una costumbre que parece muy extendida entre las suecas, y entra así en los retretes del barco, provocando comentarios de horror entre las chicas y jocosos entre E. y yo. En el sur de Europa somos más sociables, más ruidosos, y más temerosos de los gérmenes.
Foto: Enrique Gómez Medina