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jueves, 2 de agosto de 2012

Desnudo de mujer pintado de memoria



Por aquella época llevaba el pelo muy largo, un pelo negro como el final del Universo. Bebía vino, se enamoraba de tipos a cual más pernicioso, más destructivo. Y era una mujer bellísima, de grandes ojos marrones y labios carnosos; de cuerpo sinuoso y piel pálida. De pubis azabache, de olor penetrante y prolongado.
Habría que revisar el concepto de tipo pernicioso, puede ser un tipo normal, incluso un buen tío, alguien que sólo desea tu bien, pero que, ya sea por imposibilidad emocional, por torpeza o por cobardía, acaba encerrando a una mujer en una espiral de destrucción. Sin quererlo, pero sin evitarlo.
Los tipos perniciosos volvieron a sus cuevas —a dos de ellos se les oyó arrepentirse de haber sido tan cobardes— y llegó el Amante. El Amante la devolvió a su tierra, la hizo un hijo y luego otro. Sus formas se agrandaron, se redondearon, su rostro ganó color, perdió misterio.
Y, contra todo pronóstico, el Amante la hizo feliz.
Su cuerpo de madre, y su lejanía, la hizo aún más bella. Y el día en que escribió “soy feliz”, quien cerró los ojos e inspiró se manchó de felicidad.