Hace tiempo que escucho hablar, en defensa de los libros de papel, del placer que se siente al abrir un libro nuevo.
Hay que apuntar que no todos los libros nuevos huelen igual de bien, depende de la calidad del papel y de la encuadernación. Hay libros nuevos que apestan a lignina.
Y decir también que, nuevos, pueden oler igual los libros de Juan Rulfo que los de Ian Fleming.
El caso es que el olor que a mí me gusta es el de los libros viejos, manoseados, de las bibliotecas. Y no solo el olor, sino el tacto suavizado por decenas o centenas de dedos, el color marrón de sus páginas, el gris oscuro de sus cantos y hasta las rayas a lápiz o bolígrafo y otras muestras de que alguien ha pasado por allí antes que yo.
Con los libros me pasa como con las personas: prefiero la sabiduría que contienen a si alguien las ha leído antes o no.
Libre Intelecto
El blog de Juan Carlos Durán
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martes, 25 de noviembre de 2025
viernes, 13 de septiembre de 2019
Primeras señales del otoño
El té lleva demasiado tiempo esperándome en la taza.
Fregar con agua fría empieza a ser molesto, vale para la escasa vajilla del desayuno pero para todo el trajín del almuerzo tendrá que trabajar la caldera.
Tiendo la ropa sin
saber si estará seca esta tarde.
Me enjabono dos
veces el pelo para aprovechar la sensación agradable del agua tibia
de la ducha.
Dudo entre vestirme
con pantalón corto o largo. Y el pantalón corto empieza a
parecerme una prenda algo ridícula; mi intención para el próximo
verano es comprarme pantalones largos frescos.
Y salgo a la calle mirando de reojo la chaqueta, colgada en el recibidor.
martes, 25 de junio de 2019
No sé, quizás...
Quizás hubiese sido más feliz de ingeniero petroquímico, pasando largas temporadas en una plataforma del Mar del Norte. Si se me hubiese dado mejor estudiar...
O dueño de una coctelería. Hubiese invertido mis ahorros en un local elegante del barrio de Salamanca. O, ya puestos, en Kensington, Londres. Llevaría chaleco y pajarita y prepararía combinados que cobraría a precio de oro.
O articulista de suplemento dominical, famoso por mi ironía y mi sarcasmo.
O militar en excedencia, representante de una empresa armamentísica, recorriendo el mundo vendiendo productos fruto de la más alta tecnología.
O soldado de fortuna, o espía.
U obrero de la construcción, la piel curtida, las manos callosas y el sueño largo, continuo y profundo.
Minero, marino mercante, librero de viejo, empresario de la construcción, analista de mercados...
No sé, quizás.
O dueño de una coctelería. Hubiese invertido mis ahorros en un local elegante del barrio de Salamanca. O, ya puestos, en Kensington, Londres. Llevaría chaleco y pajarita y prepararía combinados que cobraría a precio de oro.
O articulista de suplemento dominical, famoso por mi ironía y mi sarcasmo.
O militar en excedencia, representante de una empresa armamentísica, recorriendo el mundo vendiendo productos fruto de la más alta tecnología.
O soldado de fortuna, o espía.
U obrero de la construcción, la piel curtida, las manos callosas y el sueño largo, continuo y profundo.
Minero, marino mercante, librero de viejo, empresario de la construcción, analista de mercados...
No sé, quizás.
martes, 11 de junio de 2019
El recreo
Pasé delante del colegio, apenas un momento, el tiempo que tardo en pasar ante la puerta enrejada.
No era una niña muy pequeña ni muy mayor. O no recuerdo su edad, fue un instante tan fugaz...
Estaba sentada en el suelo, tenía ante sí toda una colección de muñecos minúsculos: figuras, muebles, animales... que brillaban sobre el suelo de cemento.
Hablaba con una gran sonrisa, oí sin escuchar la conversación con sus juguetes, completamente entregada a la historia que inventaba en su compañía.
Aquel diminuto intervalo se me quedó clavado en la memoria en forma de ligera punzada de angustia.
Me alejé temeroso de que la torpeza de otro niño quebrase la frágil pompa de jabón que había construido alrededor de toda aquella multitud atronadora.
A mi espalda oí el timbre que anunciaba la vuelta a clase.
No era una niña muy pequeña ni muy mayor. O no recuerdo su edad, fue un instante tan fugaz...
Estaba sentada en el suelo, tenía ante sí toda una colección de muñecos minúsculos: figuras, muebles, animales... que brillaban sobre el suelo de cemento.
Hablaba con una gran sonrisa, oí sin escuchar la conversación con sus juguetes, completamente entregada a la historia que inventaba en su compañía.
Aquel diminuto intervalo se me quedó clavado en la memoria en forma de ligera punzada de angustia.
Me alejé temeroso de que la torpeza de otro niño quebrase la frágil pompa de jabón que había construido alrededor de toda aquella multitud atronadora.
A mi espalda oí el timbre que anunciaba la vuelta a clase.
jueves, 28 de junio de 2018
Ladrones de madurez
Tenías trece años.
Luego dieciséis.
Luego veinte, veintitantos, treinta, treinta y tantos.
Y de pronto, un cirujano licenciado en márketing te robó la madurez.
Y es que las últimas décadas han sido las del expolio mundial de la madurez. El mundo se ha convertido en un macabro Nunca Más atestado de niños perdidos gobernados por una cuadrilla de Peter Panes sedientos de juventud.
Luego dieciséis.
Luego veinte, veintitantos, treinta, treinta y tantos.
Y de pronto, un cirujano licenciado en márketing te robó la madurez.
Y es que las últimas décadas han sido las del expolio mundial de la madurez. El mundo se ha convertido en un macabro Nunca Más atestado de niños perdidos gobernados por una cuadrilla de Peter Panes sedientos de juventud.
lunes, 9 de septiembre de 2013
El lobo y el perro (Samaniego) Le chien et le loup (La Fontaine)
En busca de alimento
iba un Lobo muy flaco y muy hambriento.
Encontró con un Perro tan relleno,
tan lucio, sano y bueno,
que le dijo: «Yo extraño
que estés de tan buen año
como se deja ver por tu semblante,
cuando a mí, más pujante,
más osado y sagaz, mi triste suerte
me tiene hecho retrato de la muerte».
El Perro respondió: «Sin duda alguna
lograrás, si tú quieres, mi fortuna.
Deja el bosque y el prado;
retírate a poblado;
servirás de portero
a un rico caballero,
sin otro afán ni más ocupaciones
que defender la casa de ladrones».
«Acepto desde luego tu partido,
que para mucho más estoy curtido.
Así me libraré de la fatiga,
a que el hambre me obliga
de andar por montes sendereando peñas,
trepando riscos y rompiendo breñas,
sufriendo de los tiempos los rigores,
lluvias, nieves, escarchas y calores».
A paso diligente
marchando juntos amigablemente,
varios puntos tratando en confianza,
pertenecientes a llenar la panza.
En esto el Lobo, por algún recelo,
que comenzó a turbarle su consuelo,
mirando al Perro, le dijo: «He reparado
que tienes el pescuezo algo pelado.
Dime: ¿Qué es eso?» «Nada».
«Dímelo, por tu vida, camarada».
«No es más que la señal de la cadena;
pero no me da pena,
pues aunque por inquieto
a ella estoy sujeto,
me sueltan cuando comen mis señores,
recíbenme a sus pies con mil amores:
ya me tiran el pan, ya la tajada,
y todo aquello que les desagrada;
éste lo mal asado,
aquél un hueso poco descarnado;
y aún un glotón, que todo se lo traga,
a lo menos me halaga,
pasándome la mano por el lomo;
yo meneo la cola, callo y como».
«Todo eso es bueno, yo te lo confieso;
pero por fin y postre tú estás preso:
jamás sales de casa,
ni puedes ver lo que en el pueblo pasa».
«Es así». «Pues, amigo,
la amada libertad que yo consigo
no he de trocarla de manera alguna
por tu abundante y próspera fortuna.
Marcha, marcha a vivir encarcelado;
no serás envidiado
de quien pasea el campo libremente,
aunque tú comas tan glotonamente
pan, tajadas, y huesos; porque al cabo,
no hay bocado en sazón para un esclavo».
Un Loup n'avait que les os et la peau,
Tant les chiens faisaient bonne garde.
Ce Loup rencontre un Dogue aussi puissant que beau,
Gras, poli, qui s'était fourvoyé par mégarde.
L'attaquer, le mettre en quartiers,
Sire Loup l'eût fait volontiers ;
Mais il fallait livrer bataille,
Et le Mâtin était de taille
A se défendre hardiment.
Le Loup donc l'aborde humblement,
Entre en propos, et lui fait compliment
Sur son embonpoint, qu'il admire.
" Il ne tiendra qu'à vous beau sire,
D'être aussi gras que moi, lui repartit le Chien.
Quittez les bois, vous ferez bien :
Vos pareils y sont misérables,
Cancres, haires, et pauvres diables,
Dont la condition est de mourir de faim.
Car quoi ? rien d'assuré : point de franche lippée :
Tout à la pointe de l'épée.
Suivez-moi : vous aurez un bien meilleur destin. "
Le Loup reprit : "Que me faudra-t-il faire ?
- Presque rien, dit le Chien, donner la chasse aux gens
Portants bâtons, et mendiants ;
Flatter ceux du logis, à son Maître complaire :
Moyennant quoi votre salaire
Sera force reliefs de toutes les façons :
Os de poulets, os de pigeons,
Sans parler de mainte caresse. "
Le Loup déjà se forge une félicité
Qui le fait pleurer de tendresse.
Chemin faisant, il vit le col du Chien pelé.
" Qu'est-ce là ? lui dit-il. - Rien. - Quoi ? rien ? - Peu de chose.
- Mais encor ? - Le collier dont je suis attaché
De ce que vous voyez est peut-être la cause.
- Attaché ? dit le Loup : vous ne courez donc pas
Où vous voulez ? - Pas toujours ; mais qu'importe ?
- Il importe si bien, que de tous vos repas
Je ne veux en aucune sorte,
Et ne voudrais pas même à ce prix un trésor. "
Cela dit, maître Loup s'enfuit, et court encor.
iba un Lobo muy flaco y muy hambriento.
Encontró con un Perro tan relleno,
tan lucio, sano y bueno,
que le dijo: «Yo extraño
que estés de tan buen año
como se deja ver por tu semblante,
cuando a mí, más pujante,
más osado y sagaz, mi triste suerte
me tiene hecho retrato de la muerte».
El Perro respondió: «Sin duda alguna
lograrás, si tú quieres, mi fortuna.
Deja el bosque y el prado;
retírate a poblado;
servirás de portero
a un rico caballero,
sin otro afán ni más ocupaciones
que defender la casa de ladrones».
«Acepto desde luego tu partido,
que para mucho más estoy curtido.
Así me libraré de la fatiga,
a que el hambre me obliga
de andar por montes sendereando peñas,
trepando riscos y rompiendo breñas,
sufriendo de los tiempos los rigores,
lluvias, nieves, escarchas y calores».
A paso diligente
marchando juntos amigablemente,
varios puntos tratando en confianza,
pertenecientes a llenar la panza.
En esto el Lobo, por algún recelo,
que comenzó a turbarle su consuelo,
mirando al Perro, le dijo: «He reparado
que tienes el pescuezo algo pelado.
Dime: ¿Qué es eso?» «Nada».
«Dímelo, por tu vida, camarada».
«No es más que la señal de la cadena;
pero no me da pena,
pues aunque por inquieto
a ella estoy sujeto,
me sueltan cuando comen mis señores,
recíbenme a sus pies con mil amores:
ya me tiran el pan, ya la tajada,
y todo aquello que les desagrada;
éste lo mal asado,
aquél un hueso poco descarnado;
y aún un glotón, que todo se lo traga,
a lo menos me halaga,
pasándome la mano por el lomo;
yo meneo la cola, callo y como».
«Todo eso es bueno, yo te lo confieso;
pero por fin y postre tú estás preso:
jamás sales de casa,
ni puedes ver lo que en el pueblo pasa».
«Es así». «Pues, amigo,
la amada libertad que yo consigo
no he de trocarla de manera alguna
por tu abundante y próspera fortuna.
Marcha, marcha a vivir encarcelado;
no serás envidiado
de quien pasea el campo libremente,
aunque tú comas tan glotonamente
pan, tajadas, y huesos; porque al cabo,
no hay bocado en sazón para un esclavo».
Félix María Samaniego
Un Loup n'avait que les os et la peau,
Tant les chiens faisaient bonne garde.
Ce Loup rencontre un Dogue aussi puissant que beau,
Gras, poli, qui s'était fourvoyé par mégarde.
L'attaquer, le mettre en quartiers,
Sire Loup l'eût fait volontiers ;
Mais il fallait livrer bataille,
Et le Mâtin était de taille
A se défendre hardiment.
Le Loup donc l'aborde humblement,
Entre en propos, et lui fait compliment
Sur son embonpoint, qu'il admire.
" Il ne tiendra qu'à vous beau sire,
D'être aussi gras que moi, lui repartit le Chien.
Quittez les bois, vous ferez bien :
Vos pareils y sont misérables,
Cancres, haires, et pauvres diables,
Dont la condition est de mourir de faim.
Car quoi ? rien d'assuré : point de franche lippée :
Tout à la pointe de l'épée.
Suivez-moi : vous aurez un bien meilleur destin. "
Le Loup reprit : "Que me faudra-t-il faire ?
- Presque rien, dit le Chien, donner la chasse aux gens
Portants bâtons, et mendiants ;
Flatter ceux du logis, à son Maître complaire :
Moyennant quoi votre salaire
Sera force reliefs de toutes les façons :
Os de poulets, os de pigeons,
Sans parler de mainte caresse. "
Le Loup déjà se forge une félicité
Qui le fait pleurer de tendresse.
Chemin faisant, il vit le col du Chien pelé.
" Qu'est-ce là ? lui dit-il. - Rien. - Quoi ? rien ? - Peu de chose.
- Mais encor ? - Le collier dont je suis attaché
De ce que vous voyez est peut-être la cause.
- Attaché ? dit le Loup : vous ne courez donc pas
Où vous voulez ? - Pas toujours ; mais qu'importe ?
- Il importe si bien, que de tous vos repas
Je ne veux en aucune sorte,
Et ne voudrais pas même à ce prix un trésor. "
Cela dit, maître Loup s'enfuit, et court encor.
La Fontaine
jueves, 13 de septiembre de 2012
Ich liebe
Estás sentado a la
vetusta mesa del venerable café, hablando con tu viejo amigo, y de
pronto tu mirada se clava en la barra, y viene a tu mente otro final
de tarde de primavera, sentado en un taburete bebiendo... ¿té,
quizás? Y ella sentada a tu lado (estás casi seguro de que ella sí,
ella bebía té, aquella tarde). Aquella tarde, el día antes de...
Tu memoria da un saltito y te recuerdas esperándola sentado en las
escaleras de la Biblioteca Nacional. Esperándola, no porque llegara
con retraso, sino porque tú, impaciente de estar con ella, llegabas
siempre un cuarto de hora antes. Ella aparecía puntualmente cargada
con su enorme bolso, sus andares germánicos y su aspecto desaliñado.
Con su larga sonrisa, su pelo revuelto y sus enormes ojos azules como
el más hermoso de los azules del Adriático.
… el día antes de vuestro primer beso, apoyados espalda contra
espalda y deslizándoos suavemente hacia abajo hasta tumbaros sobre
la hierba, hasta que vuestras mejillas se rozaron y vuestros labios
se unieron. Lo recuerdas como si hubiese ocurrido esta tarde y tus
ojos te sorprenden empañándose.
Recuerdas un comentario suyo sobre las manos, mientras acariciaba
las tuyas, sobre lo sorprendente que le resultaba que fuesen a la vez
tan fuertes y tan sensibles.
La recuerdas diciéndote “Ich liebe Dich” mientras hacíais el
amor. Y te recuerdas a ti, torpe de ti, queriendo salir de dudas
sobre lo que había querido decir, cuando en realidad lo intuías
perfectamente. Recuerdas no haber sido capaz de dejarle claro que tú
también la amabas.
Recuerdas otras torpezas, torpezas propias de un chaval de quince
años, no de los veinticinco que tenías. Torpezas que la hirieron en
el peor momento, cuando estaba lejos de ti.
Recuerdas la despedida en el aeropuerto, su exceso de equipaje. El
beso rápido de adiós. Los altavoces pidiéndole que se presentase
en la puerta de embarque.
Recuerdas que ni por un momento imaginaste que no volverías a verla.
Tecleas su nombre en el buscador, como tantas veces has hecho durante
estos años. Años sin atreverte a reanudar el contacto, maldito
cobarde, sin osar preguntarle, a ella, que estaba allí, al otro lado
del correo electrónico, qué había sido de su vida, si ella también
recordaba o, por el contrario, había acabado olvidándote, como tú
acabaste olvidando los fuegos que se convirtieron en ceniza sin dar
calor, sin dejar rescoldo. Su recuerdo todavía te quema.
Contemplas una foto reciente de ella, publicada en la web de su
empresa. Constatas que sigue sin darle la real gana domar su pelo,
contemplas la misma luz en su mirada.
Durante muchos años te preguntaste por qué no volvió. Ahora te
preguntas por qué no fuiste tú a buscarla.
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