Seamos sinceros: yo actúo por impulso. Y hace unos diez minutos decidí, por un impulso, ponerme a régimen, y llevar un diario de ello.
Me he desnudado, me he pesado, y la báscula me ha informado de lo que peso: 97,8 kilos. Casi 15 más de lo que debería pesar, según calculó una de las varias endocrinólogas (¿endocrinas?) que he visitado en los últimos años.
Ya lo sé, debería haberme pesado nada más levantarme y tras vaciar los intestinos. Eso me hubiese ofrecido un dato más exacto de mi sobrepeso. El problema es que mis impulsos no suelen pillarme recién levantado. Además, a la mierda la exactitud. No voy a estar menos gordo si resto la taza de té con miel, las dos tostadas (grandes) y el café (con azúcar) que he ingerido esta mañana.
El día 26 de enero voy a conocer a la autora de un libro que he traducido, y no quiero que vea en mí al hombre de barriga puntiaguda en el que me he convertido sin beber cerveza.
Tengo justo dos semanas.
Dos semanas para pasar de ser un hombre gordo a tener cierto sobrepeso. Dos semanas para decirle a K.P., si se tercia, "estoy tratando de cuidarme algo más" y que me crea.
Mis impulsos no suelen ser aislados. Tengo cita para otra endocrinóloga el 18. Pero empezar el 18 me parece un poco tarde. Además, me pedirá análisis y no me dará un régimen hasta primeros de febrero. Y para entonces K.P. estará en París con la idea de que es traducida al español por un gordito amable.
¿Vanidad? Pues claro. ¿Por qué iba a adelgazar si no? ¿para que deje de darme la lata la hernia de hiato? ¿para dejar de resoplar cuando hago el amor con C., con la sensación de que la estoy aplastando? Los regímenes se hacen por vanidad, hombre.
Me he desnudado, me he pesado, y la báscula me ha informado de lo que peso: 97,8 kilos. Casi 15 más de lo que debería pesar, según calculó una de las varias endocrinólogas (¿endocrinas?) que he visitado en los últimos años.
Ya lo sé, debería haberme pesado nada más levantarme y tras vaciar los intestinos. Eso me hubiese ofrecido un dato más exacto de mi sobrepeso. El problema es que mis impulsos no suelen pillarme recién levantado. Además, a la mierda la exactitud. No voy a estar menos gordo si resto la taza de té con miel, las dos tostadas (grandes) y el café (con azúcar) que he ingerido esta mañana.
El día 26 de enero voy a conocer a la autora de un libro que he traducido, y no quiero que vea en mí al hombre de barriga puntiaguda en el que me he convertido sin beber cerveza.
Tengo justo dos semanas.
Dos semanas para pasar de ser un hombre gordo a tener cierto sobrepeso. Dos semanas para decirle a K.P., si se tercia, "estoy tratando de cuidarme algo más" y que me crea.
Mis impulsos no suelen ser aislados. Tengo cita para otra endocrinóloga el 18. Pero empezar el 18 me parece un poco tarde. Además, me pedirá análisis y no me dará un régimen hasta primeros de febrero. Y para entonces K.P. estará en París con la idea de que es traducida al español por un gordito amable.
¿Vanidad? Pues claro. ¿Por qué iba a adelgazar si no? ¿para que deje de darme la lata la hernia de hiato? ¿para dejar de resoplar cuando hago el amor con C., con la sensación de que la estoy aplastando? Los regímenes se hacen por vanidad, hombre.